Si es cierto que el amor le ha dado a la Virgen MarÃa miles de nombres en las distintas advocaciones, también lo es que la del Rosario es la más universal y además añade a la devoción toda una teologÃa, porque articula el dato revelado de cada misterio con la praxis de la fe, según la antigua usanza hermenéutica que consideraba la norma de oración como norma de lo que también se debe creer. Es una verdadera escuela de fe y compendio del dogma, la moral y la espiritualidad cristiana.
Las estadÃsticas dicen que el Rosario no cede su puesto a ninguna otra oración, excepto a la litúrgica y, por tanto, es reconocida como una oración que hay que conservar y extender más que cualquier otra. De hecho tiene una universalidad singular. La rezan, en todas las partes del mundo, los clérigos y los laicos, los doctos y los ignorantes; se puede hacer en grupos o por nosotros solos, estando en casa o en la calle, de noche o de dÃa; lo pueden rezar los niños y los ancianos, los jóvenes y los adultos. Y además, en los tiempos modernos, la radio y la televisión han resultado ser muy aptos como vehÃculos de su difusión. Y, aunque la Iglesia haya confiado esta devoción desde el siglo XVI a los dominicos por la gran parte que tuvieron en su creación, estos se sienten felices de la colaboración que encuentran en todas partes para su difusión y cultivo.
Los que abominan de su monotonÃa no han comprendido cuánto descansa el cerebro repitiendo las mismas cosas, sin tener que concentrarse en ellas, pues ya se conoce su sentido, y recorriendo asà otros paisajes existenciales bajo la cadencia de sucesivas avemarÃas y la observación contemplativa de los misterios de la vida de Cristo, tan cercanos a los misterios de cada vida. Y es de gran utilidad espiritual y terapéutica a miles de enfermos que, identificados con el Cristo sufriente, encuentran consuelo desgranando sus cuentas con sus dedos tan probados y doloridos.
Además, su contenido es totalmente bÃblico. Con razón fue llamado también Biblia de los pobres, pues contiene la sÃntesis de los momentos principales de la vida de Cristo y sus 20 misterios son considerados como jardines de luz, y como huertos tapiados para contemplar a Dios y hablar con Él todos los dÃas. De hecho ha sido una práctica general de los santos antiguos y de los más recientes, como Juan XXIII, Teresa de Calcuta o Juan Pablo II.
Su fiesta fue instituida por el Papa san PÃo V el 7 de Octubre, aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario. La celebración de este dÃa es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañÃa de la Virgen MarÃa, que estuvo asociada de un modo especialÃsimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.