Vista desde la distancia, la montaña aparece como una gran mesa de empinados taludes laterales, sobre la que se destaca, en el centro, a manera de triangular tabernáculo, un escarpado risco de afiladas aristas y aguzado vértice.

En realidad no es una cumbre única sino varias las que conforman el Pichincha, aunque su gran basamento es uno sólo, a pesar de no ser un nevado perpetuo bien que peina canas en no pocas ocasiones, ha servido para denominar a la provincia, aunque quizás el Cayambe, el Antisana, el Iliniza y aun el propio Cotopaxi podían haber ostentado más motivos para ello.

El Rucu-Pichincha es también un conjunto de farallones abruptos, residuo del antiguo cráter volcánico. Sólo el Guagua Pichincha conserva íntegra su caldera, todavía con solfataras y eventuales bramidos que recuerdan que, aunque ahora dormido, es un volcán activo. Entre el Ungüi y Cruzloma se encuentra la depresión de Huayrapungo, o Puerta de los Vientos.

La gran mole del Pichincha, vista desde su lado oriental, es consustancial al paisaje de Quito y contribuye a la belleza mágica de la capital del Ecuador, también empinada en los Andes (2.860 msm), por lo que desde ella se pueden divisar, al diario, y particularmente en las mañanas despejadas, otras quince montañas de las cordilleras que rodean la hoya.